El problema es quién decide qué es intolerancia. La parte más floja de Popper -y hay varias- es esta tesis suya, hoy usada por quienes son políticamente intolerantes y quieren suprimir opiniones disidentes, mucho más que por quienes defienden la libertad de expresión... cosa que el propio Popper admitía podría ocurrir usando su interpretación. Nos protegemos mucho más de la persecución política prohibiendo la persecución en sí, e impidiendo constitucionalmente la intolerancia política (dentro y fuera del Estado), que armando dispositivos estatales de persecución política de potenciales intolerantes (potenciales porque no pueden ejercer su intolerancia impunemente salvo teniendo el poder del Estado). Insisto: esos intolerantes no tienen poder salvo al llegar al poder, y cuando llegan al poder disfrazados de tolerantes (y acusando a sus opositores de intolerantes) pueden usar estos dispositivos ya armados para decidir que quienes se expresen en su contra sean los intolerantes. En Venezuela se condena cualquier manifestación de oposición, disidencia y hasta malestar, con 5 a 25 años de prisión mediante la llamada "Ley constitucional contra el odio" (hipócritamente vale aclarar). Ni hablemos de la censura a otras pseudo "intolerancias" en debates historiográficos y científicos sobre sexo, raza, etc., ejercido por los sexistas de género anti-masculino y los racistas anti-blancos. No extraña para nada que a Soros le guste este lado de Popper. Aunque vale aclarar que la interpretación pro-censura de Soros va bastante más allá de lo que Popper afirmaba respecto a quiénes son los intolerantes, ya que éstos deben usar la violencia y no meramente expresar libremente su apología de la intolerancia, la cual a su vez debe ser definida en términos de violencia: https://www.youtube.com/watch?v=hIawGhDxoys
francisco
@pablo Claro, es una
determinación mas o menos axiomática del concepto mismo de la tolerancia desde
una perspectiva ética, sin embargo, esta ética puede ser establecida en virtud
de su eficacia y eficiencia en las relaciones interpersonales de los
individuos, mejor dicho, la mejor forma de resolución de conflictos de interés,
tal como pasa en sociedades donde los valores de la vida, propiedad y libertad
son fundamentales, son sociedades más desarrolladas, por lo que es menester
proteger tales principios para una mejor convivencia.
pablo
@francisco los valores
que usás para delimitar lo que es tolerante de lo que no, podés establecerlo.
Pero ése consenso se valida en el pluralismo. Si vos tenés a marxistas y
fascistas censurados respecto al debate de lo que es tolerable o no, entrás en
el círculo vicioso de privarte de todos los posibles interlocutores con lo cual
la validación no se hace pública en el debate sino en base a la coerción y la
censura. Precisamente la razón última del pluralismo es que nadie puede estar
seguro de haber alcanzado la verdad. Al dejar el monopolio al consenso de lo
que es pluralismo, se está minando la idea de falibilidad de ese consenso y la
puesta a prueba de aquello que se quiere defender. Se vuelve el autoritarismo
del "pluralismo aceptable" y el relativismo compulsivo de un "totalitarismo liberal" para crear un individuo laico en vez de un Estado laico que proteja las confesiones privadas, sean religiosas o ideológicas (cuestión lateral pero no menos relevante:
la hegemonía para definir los límites de este pluralismo no la tienen, hoy por
hoy, los liberales clásicos, ni tampoco el viejo progresismo socioliberal a veces mejor preocupado que muchos respecto a las libertades civiles... sino los actuales "progres" woke con su "corrección política"...
ojo con este cambio en muchos, aunque no todos, de los actuales "liberals" en el sentido norteamericano del término). Por otra parte las críticas antiliberales han sofisticado y no debilitado
los argumentos liberales. El propio Popper lo reconoce al citar las
contribuciones de Marx en La sociedad abierta y sus enemigos, entre otras
obras.
pablo
@francisco por otra
parte, si algo ha preservado los principios liberales de la sociedad burguesa,
es que operan, valga la redundancia, en forma principista y no
consecuencialista ni se subordinan al utilitarismo salvo en casos de conflicto
armado y estados de excepción. Y estos principios no son vagos como se suele
creer. La concepción lockeana del derecho es patrimonialista extrema en cuanto a su ontología (a la manera de los liberales de mercado de propiedad privada, en general también libertarios anti-Estado, como el anarquista Molinari). La tríada "vida, libertad y propiedad" no son tres elementos sin
definición precisa y puestos en orden de prioridad por alguna vaga intuición, lo cual sería un suicidio
de la misma forma que, y no exagero, la interpretación colectivizada de las
leyes de la robótica de las que nos alertó Asimov. En Locke, lo que mal llamamos "vida, libertad y propiedad" como abstracciones, es parte de una
confusión histórica. La verdadera tríada lockeana es "life, liberty and (land) estate" (o sea: "vida, libertad y hacienda"); las tres como condiciones
lógicas para el ejercicio de -y como parte de- la propiedad.
"Property" no está dentro de la tríada, sino que es la tríada, lo
cual tiene mucho más sentido. La propiedad se define en las relaciones de
adquisición e intercambio, y es este criterio de "autopropiedad" lo que define
una forma coherente y no contradictoria de conciliar en un mercado a los
diferentes propietarios delimitando el espacio legítimo para la vida (no a
costa de una vida ajena igualmente delimitada), para la libertad (absoluta dentro de ese espacio privado), y para la
tierra (como condición necesaria y límite externo a las posibilidades de
apropiación; de ahí el "lockean proviso"). Esta definición patrimonial deja bien
claro que no hay violación de la propiedad en expresar ideas contrarias a la
propiedad, y que privar de libertades de expresión de un individuo, dentro de
sus límites patrimoniales privados (y públicos en tanto se sometan a las mismas condiciones), no puede justificarse jamás
salvo como defensa contra una violación real de esta propiedad. Perseguir a los
antiliberales para protegerse del riesgo de la proliferación de ideas
antiliberales no es sólo algo malo para un Stuart Mill que decía valorar la
libre creación de ideas y el derecho de todos a conocerlas, sino que va
directamente contra los fundamentos del derecho burgués en su articulación
mercantil y patrimonial, o sea: lo que Locke descubrió.
pablo
@francisco continuando
con lo anterior: no por nada las sociedades capitalistas tienden
espontáneamente a promover la libertad de expresión. No es simplemente que la
propiedad lockeana y su protección constitucional es, en las condiciones de una
sociedad mercantil, una condición necesaria para esa libertad de expresión (ya
que es posible limitar parte de esta libertad de expresión en lo que refiere a
la comunicación de ideas políticas sin poner por eso en riesgo, al menos a la corta, la libertad
civil o la vida privada frente al Estado, como demuestran las dictaduras
meramente autoritarias y especialmente las de signo económico pro-liberal). Lo
que sucede es que esta excepción a la constitución de facto es antinatural al
orden burgués y tiende a ponerlo bajo amenaza, aun cuando sus beneficiarios
tuvieran un control colectivo más o menos seguro del aparato estatal. El
rechtsstaat liberal clásico está siempre en riesgo si no opera mediante un sistema
automático de reglas basadas en el patrimonio que articulan una burocracia
basada en el derecho sin excepciones. Esto ya lo describía con gran claridad
Schumpeter (e incluso antes Weber y hasta el mismo Marx). Ahora estamos en un
peligro mucho peor: no la puesta en suspenso del derecho por un gobierno de
facto, sino su subordinación al Estado sin eliminar de cuajo el pluralismo
democrático, creando un totalitarismo nuevo minando el orden liberal en su
nombre, adulterando su sentido y excusándose en la "legitimidad democrática".
Todo esto omitiendo la eliminación del pluralismo que es su condición previa y
de derechos que son anteriores, tanto para que ésta pueda ser tal como por
razones morales de este mismo orden contractual en el que el individuo está
primero que la soberanía popular (sólo se pone al derecho por sobre la voluntad
democrática cuando esa voluntad va contra los derechos especiales que éstos
progresistas crean). Eso es la “Political Correctness”. Y son precisamente sus
socios izquierdistas (estalinistas bien entrenados de los PC oficiales) los que
la mitad de las veces están tomando el control de ministerios creados por esta
arbitrariedad legislativa engendrada en nombre de protegernos de la intolerancia.