viernes, 22 de noviembre de 2024

Enthousiasmós

Me pregunto si el desencantamiento del mundo (con el que el neotomismo se terminó conciliando) no hunde sus raíces, entre otras, en la metodología aristotélica, y que por ende ya se encuentra en el tomismo mismo, al menos en forma larvaria. 

Los dos textos que, juntos, citaré aquí debajo, me inspiraron al comentario posterior. Vale aclarar que el autor, cercano a la variante más reaccionaria del existencialismo cristiano (lo digo como un elogio, se entiende), no es un defensor del CVII sino todo lo contrario:

Cuando entiendes, que la rígida moral y falsa teología de manuales del siglo XIX, es tan desencantamiento del mundo, pérdida del misterio, de lo sagrado, huida de Dios, como lo es el secularismo modernista, la crítica racionalista, etc., es que realmente llegas al tradicionalismo.

Por eso cuestiono al neotomismo (salvo excepciones) como algo estéril y fútil ante la modernidad, son muy pocos los que en el renacimiento tomista lograron algo valioso y lo fueron porque estaban conscientes de este problema, como Gilson o Fabro u Osvaldo Lira.

Ese exceso de categorías rígidas, formalismo abstracto, conceptualismo digno del mayor racionalista, que se usa en los manuales neotomistas, agobia el espíritu y mata la vida, que busca la integralidad del ser y el saber, la unidad fundamental de todas las cosas, el cosmos.

Y ese neotomismo es tan limitado que no son capaces siquiera de plantearse este problema, y ante todo responden "subjetivismo", asumiendo de paso, totalmente la división del mundo cartesiana de sujeto-objeto.

El neotomismo manualista fracasó, y va a seguir fracasando.

El problema es muy de fondo, y es la perdida de la unidad del ser, de la analogía, de una metafísica de la existencia concreta, y eso lleva a muchas desviaciones, como el moralismo puritano en materia sexual o un formalismo conceptualista insufrible para plantear todo.

La filosofía en la Tradición no es un sistema completo sino una exploración del Logos, el Theos, la Physis, y se escribe preferentemente, en griego. El latín es bueno para el Derecho, pero a la filosofía le quita sustancia.

Mientras más estudio, más me doy cuenta y me convenzo que el racionalismo no solo triunfó entre los católicos, sino que en gran medida los católicos mismos lo impulsaron. Es tristísimo, pero es así históricamente. La mentalidad de sistema, que es de la esencia del racionalismo, tuvo y tiene entre los católicos muchos exponentes, el mismo Descartes era católico y se formó con jesuitas. Sus ideas no salieron de la nada. Son un desarrollo indeseable pero lógico de ideas de Suárez y los jesuitas del siglo XVII. El olvido del Ser, de la existencia en favor de la esencia.

Y hoy muchos "tradis" tienen una tendencia profundísimamente racionalista, son tan racionalistas que no se dan cuenta de cómo la mentalidad de sistema lógico, coherente, completo, lo que es el positivismo jurídico de hecho, ha hecho carne y mella en ellos. Ciertamente no todos son así, pero esa forma esquemática, sistemática y lógica de ver la fe como conjunto de deducciones de teología moral está muy presente en muchos.

Por eso detesto la manualística neotomista del siglo XIX porque es la culminación de ese proceso y cuando en los grupos tradis pretenden volver a la "Tradición" no piensan en la Patrística ni Santo Tomás. En realidad, Santo Tomás nunca pretendió un sistema y no reconocería como propio el neotomismo del siglo XIX; acaso un poco de la neoescolástica del siglo XVI; sino que piensan en la Iglesia del siglo XIX y anterior al Vaticano II que hacia agua por todas partes.

Los tratados de teología moral tienen escasa utilidad: sólo pueden servir para ilustrar al sacerdote y no al laico, nunca, de ciertos pecados y tendencias, pero la auténtica teología moral no es un sistema de normas ni reglas ni deducciones sino pura prudencia y sindéresis, ciertos principios y ya está.

La fe de repeticiones, excesivamente intelectual y con poco corazón, es una fe esclavizante contra la que me rebelo, esa que defienden los "tradis", y me podrán decir que estoy exagerando, pero conozco casos cercanos donde he visto todo lo que he dicho y me quedo corto. Esos casos no son aislados sino que son una mentalidad deformada de ver la fe, una fe sin caridad, una piedad sin mística, una fe soberbia y llena de fariseísmo, a eso lleva el concepto racionalista, esencialista, de Tradición. Esa fe de machamartillo, de un celo inquisitorial desordenado, muy exterior y poco interior, muy extrínseca, cansa el alma, y crea un auténtico fariseo exterior, cumplimiento riguroso de la ley, pero sin caridad, la ley por la ley casi al modo kantiano.

Y esa era la fe y la Cristiandad agonizante que quedaba hacia 1789. Eran cenizas, no era fuego sagrado de la Tradición, era algo ya podrido hace mucho tiempo cuando llegó la Revolución Francesa. Una sombra de lo que fue la Cristiandad.

Hay un concepto perdido de Tradición como imagen, como símbolo, como noción, que no se puede reducir al concepto, formal y lógico, sino que esa imagen, el símbolo, es mucho más profundo y existencial, dice algo mucho más misterioso y arcano que su reducción a sistemática conceptual. Y no puede reducirse a sistema sin que se pierda su noción mística de imagen, de algo inefable.

¿Y si me preguntan las fuentes donde he estudiado esto? Paolo Grossi, Michel Villey, Francisco Carpintero, Martin Heidegger, Etienne Gilson, Leonardo Castellani, Mario Góngora, René Guenon.

 

El materialismo naturalista de Aristóteles se perpetúa, en gran medida, en el Aquinate. La presunción de que prácticamente lo único sobrenatural es la naturaleza misma, y que siempre, ante la sospecha, pensemos en una causalidad natural, lo cual socava la sobrenaturalidad en sí misma. En el punto terminal, si nos paramos en la posición de "causas naturales por defecto", siempre se tratará de esperar que a la larga se descubra una causa natural para un fenómeno, y así cancelar la posibilidad de una causa sobrenatural.

De esta forma, con la excusa de evitar a un "Dios tapa-agujeros", lo que tenemos es una "naturaleza tapa-agujeros". Y con la diferencia de que, ante el descubrimiento de un problema causal, se cancela cualquier posibilidad sobrenatural y así vamos expandiendo las posibilidades de que la naturaleza pueda explicar cualquier fenómeno dentro de la naturaleza. Ante la expansión exponencial de fenómenos cada vez más extraños a la causalidad de cada paradigma previo, los físicos y astrofísicos (al menos los ateos) empiezan a concebir multiversos antes que creer en el ajuste fino, cerebros de Boltzmann ante las implicancias de una infinitud de posibilidades que parece no se cancelarían mutuamente, y finalmente leyes físicas que se causan a sí mismas. Y así, sin darse cuenta, borran toda distinción entre naturalidad y preternaturalidad, así como entre lo improbable y lo imposible. La naturaleza se vuelve mágica... pero la magia está en ella misma y sale de la nada.

Una suerte de panteísmo sin Dios.

En el universo puede pasar cualquier cosa, incluido que en diferentes regiones de la realidad pueda haber diferentes leyes físicas, lo cual directamente pulveriza la premisa de fe de toda ciencia. O, mejor dicho, del conocimiento entendido por la ciencia moderna: empírico-deductivo y experimental, que para colmo de poco vale cuando es imposible -y en la mayor parte de los casos lo es- tener grupos de control. ¿Alguien imagina un universo de control para comparar algo?

El mismo conocimiento científico naturalista se suicida ante nuestros ojos, pero se queja. Se queja por izquierda, cuando el anarquismo metodológico de Feyerabend o el relativismo sociológico de Kuhn les objeta que tiene pies de barro para pretender hacer reduccionismos pseudo-escépticos o ponerse por encima del conocimiento revelado; mientras que, al mismo tiempo, se queja por derecha cuando los wokistas aprovechan las derivas marcuseanas del postmodernismo para atacar la biología darwiniana y la psicología evolutiva si va en contra de la ideología progresista. Al menos respecto al zeitgeist de hace década y media, claro, porque el "progreso" va a los tumbos cambiando siempre de rumbo (cada cierto tiempo deja el estupefaciente intelectual de moda y entra en una neoconservadora recuperación, pero tiene una recaída cuando descubre el siguiente, gracias a las luces de turno que se lo acercan en sus callejones académicos).

En respuesta a la perspectiva de género, muchos católicos se abrazan a Darwin, que era "darwinista social", sexual y racial en una forma que hace quedar a Spencer como bebé de pecho. Y lo hacen para combatir los disparates de Judith Butler... que lo son, lo son, pero no por ser "no-científicos" (aunque la OMS hoy los disfrace de tales), sino por ser disparates. Pero, al mismo tiempo, otros católicos rechazan a Darwin. Y lo hacen en respuesta a la aplicación desenfrenada y delirante de Richard Dawkins, que lo es, pero no por ir en contra de Darwin, sino por ser coherente con éste. De la abiogénesis a la génesis del cosmos por selección natural hay solo un pasito más en esa misma escalera descendente hacia la estupidez infinita. Pero parece que sí viene bien reducirnos a pura animalidad y "selección" de azares para explicar el origen de la binaria sexualidad humana: Dios creó este método porque parece que la naturaleza no podía tener otro mecanismo interno para generar complejidad. Tenía que crear un universo tonto, no sea cosa de que alguien sospechara que Él lo haya creado.

Dios nos libre si este terror a lo sobrenatural es lo que se espera que inspire a los católicos a encontrar divinidad tras la humanidad, trascendencia tras la inmanencia. Un montón de trucos para que, no importa qué diga la "empiria" científica, el teísmo siempre quede a salvo. O sea: exactamente el mismo método que el ateísmo utiliza: no importa cuán improbable o contradictorio sea algún fenómeno, si no es un truco ilusionista y conspirativo, tiene que poder existir en el universo. Cualquier cosa, excepto Dios. "Eso no puede ocurrir." Lo mismo dicen los neotomistas, sólo que Dios está antes y punto. Son más coherentes que los ateos, sin duda. Pero ¿vale de mucho? Simplemente se compara su solución contra la incoherencia absoluta de aquellos.

Aquellos, antes que creer en Dios, prefieren hasta el panteísmo. Antes que aceptar alguna forma de dualismo, prefieren el pampsiquismo. Ante la distinción ontológica objetiva de la subjetividad consciente, caen en el disparate del materialismo eliminativo: negar la consciencia, o sea lo único evidente que tenemos de todo lo que percibimos (y no se necesita ser cartesiano ni racionalista en general para aceptar esto: ¡hablo de percepción, vamos!). Ah, y como solución inversa, otros crean una suerte de espiritualismo eliminativo, pero en su mayoría a lo Kastrup, con una ontología continua y no discreta, o sea: con los mismos atributos que Aristóteles dio a la materia. Un universo hecho de materia mental... genial.

En el final del camino del naturalismo, encontramos la creencia en un no-Dios creador, necesariamente. Esto es: que la naturaleza debe causar la naturaleza, y que la física debe causar la física. O sea, que la naturaleza tiene propiedades sobrenaturales (causa incausada) y que los cimientos de la física son metafísicos (entes ideales).

Y no, no lo digo yo nada más.

Lo primero lo explicitó con mucha claridad suicida el propio Stephen Hawking que parece que desaprobó lógica de jardín de infantes, y lo segundo lo aclaró con consciencia de las implicancias los mucho más inteligentes e importantes físicos Erwin Schrödinger y Werner Heisenberg.

Es gracioso que el materialismo más materialista de todos (y el más contradictorio) sea el sostenido por Aristóteles y Santo Tomás, y no el de la física moderna, que por debajo de su similitud aparente con Demócrito termina siendo entre platónico y pitagórico. Pero... no importa. El día de mañana los ateos dejarán la mecánica cuántica y la relatividad especial y general... ¡incluso se alejarán de la metodología científica de Galileo! No olvidemos que antes que Copérnico (al que nadie condenó eh), el mismo Nicolás de Cusa fue el primero en decir que el sol se movía y que no hay puntos de referencia en el universo (lo de Giordano Bruno no tuvo motivos anti-científicos: sus afirmaciones fumadas eran teológicas, ajenas a la ciencia positiva, e inspiradas por autores previos).

¿Sería toda esta movida por efecto del Renacimiento? Nada de eso: la Iglesia venía aceptando, desde diez siglos antes que le llegara el contrabando de Averroes y Avicena, que el universo era estático e increado, siguiendo instrumentalmente la física aristotélico-ptolemaica, totalmente incompatible con el relato bíblico. ¡Según Santo Tomás hizo bien por motivos científicos! Al menos la Iglesia era epistemológicamente instrumentalista: no pretendía que fuera real mientras predijera. Fue Santo Tomás quien transformaba rápidamente en metáforas a la palabra de Dios si la ciencia cambiaba de idea. Lástima no vivió para escuchar a los defensores del Big Bang.

Así que no no, nos podemos quedar tranquilos, señores. Si es necesario, los secularistas ateos o deístas, selectivamente escépticos, verán antes el peligro en la ciencia moderna que en la escolástica. Y eso que la ciencia contemporánea tampoco sirva para ir en camino contrario, véase hacia Dios hecho hombre, sino a la New Age, o sea, al Jesús hecho "maestro" y al budismo for export.

Los ateos y católicos modernistas se unirán en un gran abrazo ecuménico, tolerante e inclusivo. Y ¡quién sabe! tal vez se harán tomistas. Todo sea por escapar a la amenaza de una ontología espiritual del tipo que sea.

El Dios del Aquinate no será un motor inmóvil, pero que le pega en el palo, le pega en el palo.