Me pregunto si el desencantamiento del mundo (con el que el neotomismo se terminó conciliando) no hunde sus raíces, entre otras, en la metodología aristotélica, y que por ende ya se encuentra en el tomismo mismo, al menos en forma larvaria.
Los dos textos que, juntos, citaré aquí debajo, me inspiraron al comentario posterior. Vale aclarar que el autor, cercano a la variante más reaccionaria del existencialismo cristiano (lo digo como un elogio, se entiende), no es un defensor del CVII sino todo lo contrario:
Cuando entiendes, que la
rígida moral y falsa teología de manuales del siglo XIX, es tan
desencantamiento del mundo, pérdida del misterio, de lo sagrado, huida de Dios,
como lo es el secularismo modernista, la crítica racionalista, etc., es que
realmente llegas al tradicionalismo.
Por eso cuestiono al
neotomismo (salvo excepciones) como algo estéril y fútil ante la modernidad,
son muy pocos los que en el renacimiento tomista lograron algo valioso y lo
fueron porque estaban conscientes de este problema, como Gilson o Fabro u
Osvaldo Lira.
Ese exceso de categorías
rígidas, formalismo abstracto, conceptualismo digno del mayor racionalista, que
se usa en los manuales neotomistas, agobia el espíritu y mata la vida, que
busca la integralidad del ser y el saber, la unidad fundamental de todas las
cosas, el cosmos.
Y ese neotomismo es tan
limitado que no son capaces siquiera de plantearse este problema, y ante todo
responden "subjetivismo", asumiendo de paso, totalmente la división
del mundo cartesiana de sujeto-objeto.
El neotomismo manualista
fracasó, y va a seguir fracasando.
El problema es muy de fondo,
y es la perdida de la unidad del ser, de la analogía, de una metafísica de la
existencia concreta, y eso lleva a muchas desviaciones, como el moralismo
puritano en materia sexual o un formalismo conceptualista insufrible para
plantear todo.
La filosofía en la Tradición no es un sistema completo sino una exploración del Logos, el Theos, la Physis, y se escribe preferentemente, en griego. El latín es bueno para el Derecho, pero a la filosofía le quita sustancia.
Mientras más estudio, más me
doy cuenta y me convenzo que el racionalismo no solo triunfó entre los
católicos, sino que en gran medida los católicos mismos lo impulsaron. Es
tristísimo, pero es así históricamente. La mentalidad de sistema, que es de la
esencia del racionalismo, tuvo y tiene entre los católicos muchos exponentes,
el mismo Descartes era católico y se formó con jesuitas. Sus ideas no salieron
de la nada. Son un desarrollo indeseable pero lógico de ideas de Suárez y los
jesuitas del siglo XVII. El olvido del Ser, de la existencia en favor de la
esencia.
Y hoy muchos
"tradis" tienen una tendencia profundísimamente racionalista, son tan
racionalistas que no se dan cuenta de cómo la mentalidad de sistema lógico,
coherente, completo, lo que es el positivismo jurídico de hecho, ha hecho carne
y mella en ellos. Ciertamente no todos son así, pero esa forma esquemática,
sistemática y lógica de ver la fe como conjunto de deducciones de teología
moral está muy presente en muchos.
Por eso detesto la
manualística neotomista del siglo XIX porque es la culminación de ese proceso y
cuando en los grupos tradis pretenden volver a la "Tradición" no
piensan en la Patrística ni Santo Tomás. En realidad, Santo Tomás nunca
pretendió un sistema y no reconocería como propio el neotomismo del siglo XIX;
acaso un poco de la neoescolástica del siglo XVI; sino que piensan en la
Iglesia del siglo XIX y anterior al Vaticano II que hacia agua por todas
partes.
Los tratados de teología
moral tienen escasa utilidad: sólo pueden servir para ilustrar al sacerdote y
no al laico, nunca, de ciertos pecados y tendencias, pero la auténtica teología
moral no es un sistema de normas ni reglas ni deducciones sino pura prudencia y
sindéresis, ciertos principios y ya está.
La fe de repeticiones,
excesivamente intelectual y con poco corazón, es una fe esclavizante contra la
que me rebelo, esa que defienden los "tradis", y me podrán decir que
estoy exagerando, pero conozco casos cercanos donde he visto todo lo que he
dicho y me quedo corto. Esos casos no son aislados sino que son una mentalidad
deformada de ver la fe, una fe sin caridad, una piedad sin mística, una fe
soberbia y llena de fariseísmo, a eso lleva el concepto racionalista,
esencialista, de Tradición. Esa fe de machamartillo, de un celo inquisitorial
desordenado, muy exterior y poco interior, muy extrínseca, cansa el alma, y
crea un auténtico fariseo exterior, cumplimiento riguroso de la ley, pero sin
caridad, la ley por la ley casi al modo kantiano.
Y esa era la fe y la
Cristiandad agonizante que quedaba hacia 1789. Eran cenizas, no era fuego
sagrado de la Tradición, era algo ya podrido hace mucho tiempo cuando llegó la
Revolución Francesa. Una sombra de lo que fue la Cristiandad.
Hay un concepto perdido de
Tradición como imagen, como símbolo, como noción, que no se puede reducir al
concepto, formal y lógico, sino que esa imagen, el símbolo, es mucho más
profundo y existencial, dice algo mucho más misterioso y arcano que su reducción
a sistemática conceptual. Y no puede reducirse a sistema sin que se pierda su
noción mística de imagen, de algo inefable.
¿Y si me preguntan las
fuentes donde he estudiado esto? Paolo Grossi, Michel Villey, Francisco
Carpintero, Martin Heidegger, Etienne Gilson, Leonardo Castellani, Mario
Góngora, René Guenon.
El
materialismo naturalista de Aristóteles se perpetúa, en gran medida, en el
Aquinate. La presunción de que prácticamente lo único sobrenatural es la
naturaleza misma, y que siempre, ante la sospecha, pensemos en una causalidad
natural, lo cual socava la sobrenaturalidad en sí misma. En el punto terminal,
si nos paramos en la posición de "causas naturales por defecto",
siempre se tratará de esperar que a la larga se descubra una causa natural para
un fenómeno, y así cancelar la posibilidad de una causa sobrenatural.
De
esta forma, con la excusa de evitar a un "Dios tapa-agujeros", lo que
tenemos es una "naturaleza tapa-agujeros". Y con la diferencia de
que, ante el descubrimiento de un problema causal, se cancela cualquier
posibilidad sobrenatural y así vamos expandiendo las posibilidades de que la
naturaleza pueda explicar cualquier fenómeno dentro de la naturaleza. Ante la
expansión exponencial de fenómenos cada vez más extraños a la causalidad de
cada paradigma previo, los físicos y astrofísicos (al menos los ateos) empiezan
a concebir multiversos antes que creer en el ajuste fino, cerebros de Boltzmann
ante las implicancias de una infinitud de posibilidades que parece no se
cancelarían mutuamente, y finalmente leyes físicas que se causan a sí mismas. Y
así, sin darse cuenta, borran toda distinción entre naturalidad y
preternaturalidad, así como entre lo improbable y lo imposible. La naturaleza
se vuelve mágica... pero la magia está en ella misma y sale de la nada.
Una
suerte de panteísmo sin Dios.
En
el universo puede pasar cualquier cosa, incluido que en diferentes regiones de
la realidad pueda haber diferentes leyes físicas, lo cual directamente
pulveriza la premisa de fe de toda ciencia. O, mejor dicho, del conocimiento
entendido por la ciencia moderna: empírico-deductivo y experimental, que para
colmo de poco vale cuando es imposible -y en la mayor parte de los casos lo es-
tener grupos de control. ¿Alguien imagina un universo de control para comparar
algo?
El
mismo conocimiento científico naturalista se suicida ante nuestros ojos, pero
se queja. Se queja por izquierda, cuando el anarquismo metodológico de
Feyerabend o el relativismo sociológico de Kuhn les objeta que tiene pies de
barro para pretender hacer reduccionismos pseudo-escépticos o ponerse por
encima del conocimiento revelado; mientras que, al mismo tiempo, se queja por
derecha cuando los wokistas aprovechan las derivas marcuseanas del
postmodernismo para atacar la biología darwiniana y la psicología evolutiva si
va en contra de la ideología progresista. Al menos respecto al zeitgeist de
hace década y media, claro, porque el "progreso" va a los tumbos
cambiando siempre de rumbo (cada cierto tiempo deja el estupefaciente
intelectual de moda y entra en una neoconservadora recuperación, pero tiene una
recaída cuando descubre el siguiente, gracias a las luces de turno que se lo
acercan en sus callejones académicos).
En
respuesta a la perspectiva de género, muchos católicos se abrazan a Darwin, que
era "darwinista social", sexual y racial en una forma que hace quedar
a Spencer como bebé de pecho. Y lo hacen para combatir los disparates de Judith
Butler... que lo son, lo son, pero no por ser "no-científicos"
(aunque la OMS hoy los disfrace de tales), sino por ser disparates. Pero, al
mismo tiempo, otros católicos rechazan a Darwin. Y lo hacen en respuesta a la
aplicación desenfrenada y delirante de Richard Dawkins, que lo es, pero no por
ir en contra de Darwin, sino por ser coherente con éste. De la abiogénesis a la
génesis del cosmos por selección natural hay solo un pasito más en esa misma
escalera descendente hacia la estupidez infinita. Pero parece que sí viene bien
reducirnos a pura animalidad y "selección" de azares para explicar el
origen de la binaria sexualidad humana: Dios creó este método porque parece que
la naturaleza no podía tener otro mecanismo interno para generar complejidad.
Tenía que crear un universo tonto, no sea cosa de que alguien sospechara que Él
lo haya creado.
Dios
nos libre si este terror a lo sobrenatural es lo que se espera que inspire a
los católicos a encontrar divinidad tras la humanidad, trascendencia tras la
inmanencia. Un montón de trucos para que, no importa qué diga la
"empiria" científica, el teísmo siempre quede a salvo. O sea:
exactamente el mismo método que el ateísmo utiliza: no importa cuán improbable
o contradictorio sea algún fenómeno, si no es un truco ilusionista y
conspirativo, tiene que poder existir en el universo. Cualquier cosa, excepto Dios.
"Eso no puede ocurrir." Lo mismo dicen los neotomistas, sólo que Dios
está antes y punto. Son más coherentes que los ateos, sin duda. Pero ¿vale de
mucho? Simplemente se compara su solución contra la incoherencia absoluta de
aquellos.
Aquellos,
antes que creer en Dios, prefieren hasta el panteísmo. Antes que aceptar alguna
forma de dualismo, prefieren el pampsiquismo. Ante la distinción ontológica
objetiva de la subjetividad consciente, caen en el disparate del materialismo
eliminativo: negar la consciencia, o sea lo único evidente que tenemos de todo
lo que percibimos (y no se necesita ser cartesiano ni racionalista en general
para aceptar esto: ¡hablo de percepción, vamos!). Ah, y como solución inversa,
otros crean una suerte de espiritualismo eliminativo, pero en su mayoría a lo
Kastrup, con una ontología continua y no discreta, o sea: con los mismos
atributos que Aristóteles dio a la materia. Un universo hecho de materia
mental... genial.
En
el final del camino del naturalismo, encontramos la creencia en un no-Dios
creador, necesariamente. Esto es: que la naturaleza debe causar la naturaleza,
y que la física debe causar la física. O sea, que la naturaleza tiene
propiedades sobrenaturales (causa incausada) y que los cimientos de la física
son metafísicos (entes ideales).
Y
no, no lo digo yo nada más.
Lo
primero lo explicitó con mucha claridad suicida el propio Stephen Hawking que
parece que desaprobó lógica de jardín de infantes, y lo segundo lo aclaró con
consciencia de las implicancias los mucho más inteligentes e importantes físicos Erwin Schrödinger y Werner Heisenberg.
Es
gracioso que el materialismo más materialista de todos (y el más
contradictorio) sea el sostenido por Aristóteles y Santo Tomás, y no el de la
física moderna, que por debajo de su similitud aparente con Demócrito termina
siendo entre platónico y pitagórico. Pero... no importa. El día de mañana los
ateos dejarán la mecánica cuántica y la relatividad especial y general...
¡incluso se alejarán de la metodología científica de Galileo! No olvidemos que
antes que Copérnico (al que nadie condenó eh), el mismo Nicolás de Cusa fue el
primero en decir que el sol se movía y que no hay puntos de referencia en el
universo (lo de Giordano Bruno no tuvo motivos anti-científicos: sus
afirmaciones fumadas eran teológicas, ajenas a la ciencia positiva, e
inspiradas por autores previos).
¿Sería
toda esta movida por efecto del Renacimiento? Nada de eso: la Iglesia venía
aceptando, desde diez siglos antes que le llegara el contrabando de Averroes y
Avicena, que el universo era estático e increado, siguiendo instrumentalmente
la física aristotélico-ptolemaica, totalmente incompatible con el relato
bíblico. ¡Según Santo Tomás hizo bien por motivos científicos! Al menos la
Iglesia era epistemológicamente instrumentalista: no pretendía que fuera real
mientras predijera. Fue Santo Tomás quien transformaba rápidamente en metáforas
a la palabra de Dios si la ciencia cambiaba de idea. Lástima no vivió para
escuchar a los defensores del Big Bang.
Así
que no no, nos podemos quedar tranquilos, señores. Si es necesario, los
secularistas ateos o deístas, selectivamente escépticos, verán antes el peligro
en la ciencia moderna que en la escolástica. Y eso que la ciencia contemporánea
tampoco sirva para ir en camino contrario, véase hacia Dios hecho hombre, sino
a la New Age, o sea, al Jesús hecho "maestro" y al budismo for
export.
Los
ateos y católicos modernistas se unirán en un gran abrazo ecuménico, tolerante
e inclusivo. Y ¡quién sabe! tal vez se harán tomistas. Todo sea por escapar a
la amenaza de una ontología espiritual del tipo que sea.
El
Dios del Aquinate no será un motor inmóvil, pero que le pega en el palo, le
pega en el palo.